Zarpé rumbo al enigmático continente un 15 de abril de 1964, justo unos días antes que el Ejército Español me convocara para alistarme con carácter obligatorio ... quién me iba a decir, que 45 años más tarde me arrancaría con este Blog y una vida cargada de anécdotas y experiencias a la espalda!

El corazón dividido ... español en tierras del oeste de Africa, si existe otra vida, repetiré!


Liberia (West Africa)

domingo, 24 de enero de 2010

Old Man Charlie ...


... recuerdo tus visitas con nostalgia! Foto tomada en el poblado de Old Man Charlie, Yaniquelé, Bong County, Totota (Liberia). Año 1965.

Mi habitación, un sencillo mobiliario hecho en la carpintería de la capital, Monrovia. Sobre la mesita una lámpara de keroseno, cuya mecha encendía levantando cuidadosamente el cristal mientras reflectaba una tenue luz oscilante y amarillenta que simulaba el calor de hogar, al tiempo que proyectaba sombras fantasmagóricas en las paredes y el techo; alguna noche se quedaba encendida y caso que se consumiera el combustible, el pabilo se achicharraba al tiempo que desprendía infinidad de pavesas negras que terminaban por depositarse en toda la estancia e incluso en el interior de los resecados orificios nasales ... a la mañana siguiente había que deshollinar ambos respiraderos (cuántas veces he creído que los africanos no tienen unas aberturas tan grandes por nada … imagino que han de estar continuamente con el dedo dentro) ... jooooder, mi dedo salía negro!

Mi dormitorio disponía de una gran ventana de dos hojas con mosquitera y contraventanas de celosía, que daba a la carretera de acceso al bosque, a unos 85 cms del suelo de la calle. Aunque permanecía cerrada durante el día, cuando regresaba al anochecer a mi alcoba, encontraba una película de polvo por todas partes, incluso hasta en la ropa de la cama; de la misma manera que cuando teníamos lluvia racheada con viento, el agua llegaba hasta la mitad del cuarto, humedeciendo el polvo depositado en el cobertor del catre. Así se sucedían las noches, junto a la leve brisa que refrescaba el cálido recinto y aportaba una extreña mezcla de aromas entre vegetación, keroseno quemado y polvo.

Tumbado encima de la colcha visualizaba la estampa intentando dar forma a esas sombras, tratando de quedarme dormido lo antes posible pues la noche pasaría deprisa y al acecho estaba el entorpecimiento del sueño … el “watchman” (mi guardián, mi vigilante, mi sereno, mi vigía …) golpeaba la yanta de un camión colgada de la rama de un árbol con una barra de hierro, continuaba despierto … y ya de madrugada, se encargaban de despertarme el viejo “Charlie” y los ruidos provenientes de la selva que tampoco se retrasaban.

El día empezaba a cobrar vida con los cantos de los pájaros y el rutinario arrullo que las palomas salvajes emitían desde su aseladero en las cercanas copas de los árboles, eran mi reloj natural, que se ocupaban de mi diario despertar al alba. Un poco más tarde con el crepúsculo matutino avanzado, percibiría a lo lejos el sonido de unos pasos cansinos al ser arrastrados contra el suelo, denotaban que no había prisa ... le acompañaba el propio susurro de una monótona e ininteligible canción tribal ... eran los perezosos pasos del “Old Man Charlie” (Viejo Charlie) que iba camino de su finca, ubicada en los aledaños del aserradero. Como de costumbre, abría las contraventanas y allí estaba la figura de Charlie, difuminada por la claridad del amanecer a sus espaldas, se me hacía difícil visualizar su cara nada más abrir la ventana, pero a medida que se acercaba más y mis ojos se hacían a la media claridad, aparecía frente a mí y enmarcada en el recuadro de la ventana, la fotografía habitual ... con su escopeta de un solo tiro, carente de punto de mira, con percutor que había que recargar a cada disparo efectuado y un pequeño zurrón, ambos colgados al hombro; un machete nativo cuya ancha hoja había quedado reducida a la mitad de tanto afilarla, con forma de hoz en su punta de corte (tengo uno igual), cruzado por detrás de su cuello y aguantado con ambas manos.

Todas las mañanas aparecía mordisqueando la punta de un trozo de raíz de color amarillo-anaranjado hasta dejar el extremo como una especie de brocha, la cual hacía las veces de efectivo cepillo de dientes y a medida de que las fibras de la minúscula brocha se desprendían, la mascaba un poquito más hacia delante y según me contó Charlie, la mezcla acumulada en la boca de savia del palo y del flujo salivar les producía efectos afrodisíacos.

Al hacerse su presencia más nítida, en su envejecida cara se remarcaban aun más las profundas arrugas de su rostro, los típicos rasgos africanos: pómulos muy pronunciados con los ojos muy hundidos, una mirada marrón y penetrante pero apagada, claramente se notaba que el brillo de juventud había desaparecido de ellos, nariz grande sin puente nasal, aplastada y de enormes orificios, labios negros y gruesos, razón por la cual el labio inferior fofo y flácido tenía tendencia a caérsele dejando a la vista la falta de algunas piezas dentales, y de los pocos que le quedaban no parecían estar muy sanos que digamos; entre diente y diente los tenía tintados de color marrón-negruzco, debido al constante mascar del tabaco en polvo “sniff tobaco”, el cual se lo ponen debajo del labio inferior y lo van consumiéndo a base de ensalivarlo y pasárselo entre los dientes ... y de cuando en vez volvía la cabeza para lanzar un nauseabundo chorro de saliva negro, otras mostraba tanto su boca como la comisura y sus diente frontales gastados de tanto frotar unos contra otros y los puntiagudos caninos, manchados de rojo anaranjado por mascar nueces de Kola, que según Él, el extraído caldo salivar también les era excitante; cubría su cara una despoblada barba blanquecina y entre ella alguna que otra fibra sonrosada proveniente del inseparable cepillo de dientes; tanto el pelo del bigote, como el de la barbilla, labios, comisuras de su boca y dentadura tenían el mismo color que de lo que en ese momento mascaba.

Enérgico cuello corto, marcados tendones y gruesas venas azuladas, recubiertos de una piel negra, cuarteada y arrugada … definitivamente aparentaba ser un viejo africano, aunque posiblemente no tuviese más de 65 años.

De sus brazos colgados del machete se dejaban entrever su flacidez y los pliegues en los codos, brazos que de buen seguro en su día fueron musculosos y fuertes, con una camiseta rota y agujereada, además de unos pantalones caquis cortos (por darles un color ...) que también en su día podían haber pasado como de “safari” … hoy también rotos, descoloridos y los bolsillos traseros colgando, por debajo de ellos se divisaban unas piernas fuertes, curvadas y lo mismo que en sus brazos, su piel estaba cuarteada, seca y alrededor de sus rodillas talmente parecían dos acordeones plegados; a través de sus sandalias de tirantes fabricadas con llanta y cámara de coche, se asomaban las enormes peinetas de sus uñas negruzcas, como también eran visibles las pronunciadas grietas de sus empeines y talones... “un verdadero personaje el Old Man Charlie” como todo el mundo le conocía.

Era como un ritual. Casi todas las mañanas lo mismo, intencionadamente hacía ruido hasta que abriese las contraventanas de celosías y manteníamos la misma conversación día tras día. El bueno de Charlie expectoraba con las palabras, así que tenía que mantener cierta distancia para evitar la salpicadura de su saliva:

Charlie – Baunheh Miste Güillam (Buenos días Mr. William)
Yo – Baunheh Oldman Charlie (Buenos días Viejo Charlie)
Charlie - Viah leh (Qué cuentas?)
Yo – Bah …! Viah lee famm? (Nada …! Vas a la finca?)
Charlie - Oueh, Miste Güillam ñah lee gurinah … (Sí, Mr Willian yo voy al bosque…)
Yo - OK old man, eruiyeoh! (Está bien Viejo Charlie, adios!)
Charlie – Oueh … (Sí, de acuerdo …)

Era la hora de levantarse! Una luz dorada bañaba las copas de los árboles y la pared de mi habitación poniendo en relieve la tosca superficie del encalado.

Sí, allá en la distancia venía el viejo Charlie con su peculiar andar cansino, al mismo tiempo que por mi mente, resonaba su repetido y delicado cántico en forma de susurro ... “Ujunnn...,unahhh, junnahh” ... adiós amigo! Todas las tardes, cuando regresaba de la finca, no había día que no se hiciese notar, levantando el brazo en forma de despedida. Si yo estaba en casa u ocupado en el aserradero, su inconfundible y peculiar silueta que se dibujaba a través de la temprana oscuridad del atardecer, no se movería hasta que su presencia se hiciese notar … Good night Charlie … ( … eruilleoo…), antes de continuar camino hasta su chabola en el cercano poblado. Así durante muchísimo tiempo hasta que un buen día dejó de pasar. Me enteré por los empleados que el viejo Charlie había muerto lejos de su poblado y desde el primer día de su muerte añoré su presencia ... e inclusive en un par de ocasiones como solía hacer cuando se demoraba en pasar, inconscientemente iba hasta la ventana del comedor para asegurarme que no se me despistaba. Al percatarme de su ausencia … me quedaba un rato en el ventanal … creo que alguna vez le volví a ver!